Era habitual para él verla marchar, sintió como un ruido en su corazón, un dolor, su partida tenía, esta vez, algo de definitivo que lo hizo sufrir, se pasó el puño de la manga de su chaqueta por la nariz, se sintió de pronto como un niño pequeño al que le explican que su mascota ahora está en el cielo.
Caminando Juntos, se acostumbró a ver siempre su espalda, ella era tan orgullosa, tan segura, que su presencia atropellaba el mundo.
Arrojó el cigarrillo al suelo y lo aplastó con el pie, por desgracia, él nunca llegó a preguntarse eso de <<¿Qué ha visto ella en mí?>>, ya que lo sabía, su dinero la conmovía. Le pidió, como era su costumbre, algo prestado, <<Te lo devolveré>> le dijo, él supo que no (si hace falta aclarar que se hará algo, es porque no se hará), en castigo, ella lo borró de su lista de contactos en las redes sociales, como si él pensara reclamar, su dinero y su dignidad, a través de este medio.
La vio alejarse, sintió que si estiraba el brazo, podía tocarla, detenerla, impedir que se fuera, aun sabiendo lo maravillosa que iba a ser su vida sin ella.